El día de ayer, 20 de julio de 2021, se “conmemoró”
la independencia de Colombia. El país cafetero está sumido en manifestaciones
desde el 28 de abril de 2021. Hasta la fecha, el Estado -de la mano de la
fuerza pública y grupos paramilitares- asesinaron a más de 60 personas y
desaparecieron a alrededor de 150. Ahora bien, para la “celebración” de esta
fecha cívica, los jóvenes, las mujeres, los sindicatos, el movimiento indígena
y demás personas de la sociedad civil salieron a demostrar su inconformidad en
las calles. Las reivindicaciones sociales que claman los colombianos son
amplias: El desmonte del Escuadrón Móvil Antidisturbios; la eliminación total
de la reforma tributaria; garantías al proceso de paz; empleo; educación
pública y de calidad; mejoras en el sistema de salud y autonomía política y
económica con respecto a los Estados Unidos.
Parafraseando a Jaime Garzón “Colombia solo
será libre el día en que la última transnacional gringa abandone nuestro
territorio”. Por tanto, la independencia en Colombia, como en el resto de los
países de Latinoamérica, no pasa del mito. En los 202 años de vida republicana,
Colombia ha tenido dos partidos políticos en el poder: el Partido Liberal y el
Partido Conservador. Ambos partidos han implementado un modelo económico servil
a los intereses de los Estados Unidos y ha sumido a los colombianos a vivir en
un país agroexportador, en donde la tenencia de la tierra sigue siendo el eje
central de la economía y, de hecho, está concentrada en pocas manos.
En la actualidad, el multipartidismo
enmascara los poderes estructurales que siguen teniendo estos dos partidos. Tal
es su poder político y económico que persiguen a los partidos que se salen de
los márgenes del liberalismo económico y el conservadurismo social (como lo que
pasó con el genocidio a la Unión Patriótica). En 2022 hay elecciones en
Colombia. Uno de los partidos políticos, que presenta un proyecto diferente al
neoliberalismo, con aspiraciones reales a tomarse el poder es la “Colombia
Humana” de Gustavo Petro. Las encuestas demuestran que para las elecciones de 2022,
Petro, se perfila para tomarse el Palacio de Nariño. Sin embargo, surgen las
siguientes preguntas ¿las élites colombianas permitirían que un proyecto
progresista gobierne? ¿Las fuerzas fácticas colombianas como el Ejército, la
Iglesia e, incluso, los paramilitares, ejercerían presión para intentar que
Petro no gobierne?
Las preguntas son abiertas y,
evidentemente, no se puede formular respuestas
sobre los escenarios del futuro. Empero, el pasado político colombiano está
cargado de violencia e intolerancia ante los pensamientos políticos diferentes,
por lo tanto, esos escenarios son viables. Pero, el punto nodal de la discusión
no debe reducirse al futuro inmediato electoral. Al contrario, los
acontecimientos políticos y la lucha del pueblo colombiano dieron muestras de
valentía y coraje a los demás países latinoamericanos. Desde un análisis de los
movimientos sociales se puede arrojar dos ligeras interpretaciones. La primera,
a pesar de que en Colombia hubo un debilitamiento de los movimientos sociales,
en décadas anteriores, la sociedad civil supo mantener la movilización social
en el tiempo. Lo hicieron por medio de repertorios de lucha generados en el ardor
de la propia movilización y de esa manera hasta el día de hoy siguen luchando.
La segunda, hubo unidad de las distintas organizaciones sociales con respecto a
la movilización. Aunque los intereses de cada organización son diversos, hay un
objetivo común: conseguir todo el pliego de demandas que la sociedad colombiana
pide.
Por otro lado, quedó en evidencia el rol
de los grupos paramilitares. En vídeos que circulan por las redes sociales se
ve a personas de civil disparando armas de fuego contra la ciudadanía.
Asimismo, estas personas trabajan en conjunto con la Policía y el Ejército para
agredir a los manifestantes. Por mucho tiempo, el uribismo negó sus vínculos
con las Autodefensas Unidas de Colombia. No obstante, las movilizaciones de
2021 dan fe del nexo inseparable entre el establishment uribista y estos grupos
irregulares. En efecto, queda un saldo positivo del desenmascaramiento de
Uribe: muchos uribistas le han dado la espalda y son personas que ahora apoyan
la movilización social e, inclusive, un cambio de gobierno.
La independencia de Colombia, cada año,
rememora una fecha histórica que nos contaron los vencedores y que en la
práctica la lucharon los sectores subalternos. Las mujeres, los negros, los
indígenas y los pobres no han dejado de batallar por su libertad. El siglo XX
fue testigo de una lucha de clases atroz en el territorio colombiano. En la
segunda década del siglo XXI, la gente sigue luchando contra el hambre, por
tener derecho a la tierra, por dignidad laboral y por garantías de paz. Qué los
mitos patrios no nos pongan una venda en los ojos que obstruya la visión de
nuestra servidumbre; solo conociendo nuestra sumisión tendremos el coraje de
reclamar una verdadera emancipación.
Por: John Piedrahita
Sobre el autor: John Piedrahita es Politólogo por
la Universidad Central del Ecuador. Actualmente estudia una Maestría de
investigación en Historia en la Universidad Andina Simón Bolívar. Forma parte
del equipo editorial de “Ni fu, ni Fa ¡El debate acá!”. Es cofundador de
ContraKultura Revista y articulista invitado en Revista Crisis. Trabaja temas
relacionados con la comunidad LGBTIQ+ y la Historia Intelectual.
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