Christian Landázuri: “El mito de la ineficiencia pública: Cuestionamiento a la eliminación de empresas públicas”
Desde varios años, para no decir décadas, se habla
constantemente a través de los medios tradicionales de comunicación sobre la
ineptitud o ineficiencia del sector público en el cumplimiento de sus funciones
y objetivos, ya sea a través de ministerios, secretarias o empresas públicas.
En un principio podría sonar lógico y hasta de sentido común criticar la mal
labor de la mayoría de entidades públicas porque quién no ha tenido una mala
experiencia con alguna institución de carácter estatal.
Pero, detrás de este discurso se encuentran intereses
y una retórica que desde tiempo busca la retirada del sector público en áreas
que la empresa privada podría sacar provecho y “dar un mejor servicio”. En
síntesis, ese es el discurso con el que se han palanqueado un infinito número
de políticos, opinadores, medios, gobiernos, y think-tanks de derecha para
justificar la reducción del tamaño del Estado.
Para ser concreto, desde la década de los 80 se
comenzó a implementar este discurso, principalmente desde las élites económicas
occidentales, con el fin de criticar el modelo de Estado de Bienestar que se
había impuesto desde finales de la 2da Guerra Mundial en gran parte de Europa y
Norteamérica. Este Estado de Bienestar tenía como objetivo el desalentar nuevas
revoluciones mediante el mejoramiento de las condiciones de vida de gran parte
de la población en Europa y América del Norte, dando como resultado la Edad
de Oro del capitalismo y reforzando el mito de que gracias al capitalismo
occidental se vivía mejor que en la Unión Soviética y el resto del mundo.
Claro que para ello, los ricos de aquel entonces
debían pagar altísimos tributos a sus ganancias para costear este Estado de
Bienestar (En EE.UU. por ejemplo, se llegó a pagar una tasa impositiva máxima
del 90%) hasta que, con la llegada de Reagan en EE.UU, y Thatcher en Reino
Unido, poco a poco se ha venido desmantelando la mayoría de servicios sociales
que antes proporcionaba el Estado. A la vez, fortaleciendo los discursos en
favor del sector privado y Latinoamérica no ha sido la excepción.
En nuestro país ya conocemos en la práctica como se
implementan estos discursos mediante “reestructuraciones financieras”
que son básicamente eufemismos para los famosos paquetazos de la década de los
90 hasta años después. Con Moreno y Lasso se ha visto que se busca retomar esas
prácticas neoliberales con la eliminación de empresas públicas; ambos gobiernos
se excusan diciendo que generan pérdidas para el Estado y los argumentos de
este tipo suelen apuntar a su comparación con el sector privado, el cual genera
lo opuesto: ganancias. Pero ¿Realmente tiene que generar ganancias una empresa
pública y evitar las pérdidas? ¿Debe tener un modelo de gestión similar al del
sector privado? ¿Es el sector privado realmente más eficiente que el público?
Para responder estas preguntas, primero hay que partir
afirmando que las empresas e instituciones públicas no son empresas privadas.
Las empresas públicas son creadas para cumplir un objetivo social:
conectar poblaciones lejanas con rutas aéreas, enviar correspondencia a nivel
nacional, promover y fortalecer el turismo comunitario, servir de contrapeso en
el sistema financiero nacional para evitar monopolios, etc.
Las empresas privadas pueden también cumplir objetivos
similares, pero siempre van a tener como prioridad generar ganancias, sino no
serían rentables al corto y largo plazo. Además, las entidades públicas casi
siempre deben cumplir mayores estándares de rendición de cuentas debido a los
fondos públicos que las financian, los políticos que están detrás de las
decisiones tomadas y la mirada pública que está al tanto de su labor.
Un ejemplo claro del rol de las empresas públicas
puede ser el Servicio Postal de los Estados Unidos (USPS) que cumple el objetivo
de enviar correspondencia a todos los rincones del país, independientemente de
su distancia, a pesar de tener pérdidas por varios años. Entonces, si tiene
pérdidas por varios años, ¿por qué no se la elimina? Se preguntaría un Moreno o
un Lasso. Pues la respuesta es porque su principal función no es generar
rentabilidad sino ofrecer un servicio a la ciudadanía. Es más, tan crucial es
su papel en el sistema de correspondencia nacional que empresas privadas como
FedEx, UPS y Amazon entregan envíos con destinos distantes a USPS precisamente
porque no les es rentable ofrecer su servicio hacia lugares lejanos.
Con esto no se quiere decir que todas las empresas
públicas deben generar pérdidas, porque hay empresas públicas que sirven
también para generar excedentes como CNT, CNEL, CELEC, Astilleros Navales
Ecuatorianos (ASTINAVE) o Banco del Pacífico. Sólo como dato curioso: las
cuatro primeras generaron $278 millones de dólares en ganancias para el Estado
en 2018. Tampoco se quiere decir que hay que dejar que el sector público
funcione ineficientemente, existen ya varios casos de entidades estatales
adoptando modelos de gestión originalmente privados que mejoraron la calidad de
servicio y la satisfacción de los usuarios (como el caso de la ciudad de
Baltimore) con un enfoque de medición de rendimiento y eficiencia.
Se quiere decir que las empresas públicas tienen una
función primordial de acuerdo al cumplimiento de un servicio social y que siempre
hay que cuestionarnos cuando un político quiere eliminarlas de un plumazo.
Especialmente empresas como Correos del Ecuador que es catalogada como la
empresa pública más longeva del país, con su creación en 1831 durante el
gobierno de Juan José Flores. Recientemente se amplió por un año el tiempo de
liquidación de las empresas mediante el decreto ejecutivo 108, por lo que es
sumamente necesaria la revaluación tanto discursiva como práctica del papel que
juegan las empresas públicas en nuestra sociedad para presionar por mantenerlas
y lógicamente mejorarlas.
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Sobre el autor: Christian Landázuri nacido en Guayaquil, vivido en Quito pero su corazón
le pertenece a toda Sudamérica. Politólogo de la UCE. Ha realizado cursos sobre
Regionalismo, Globalización y actualmente cursa un posgrado en Administración y
Política Pública en la Universidad de Postdam Alemania.
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