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Pamela Viteri: ¿Qué son y quiénes financian a los talibanes?

 

Las crisis de 1978-1979

Para Maley (2010), el golpe de Estado apoyado por la URSS en abril de 1978, no respondía a una demanda social revolucionaria, sino que fue un reflejo de las divisiones existentes de la élite política que residía en Kabul.

El origen de esta división, reside en el surgimiento de grupos políticos radicalizados durante el período de la “Nueva democracia”, entre 1964 y 1973. Durante este período, se formaron dos grupos marxistas, las facciones Khalq (“Masas”) y Parcham (“Estandarte”) y, aunque los separaban serias rivalidades, se unieron para formar el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA). Estos grupos se inspiraban en el modelo soviético y, si bien no hay pruebas contundentes de que el golpe de abril haya sido orquestado por la Unión Soviética, ésta parece haber sido advertida del mismo con anticipación, lo que no sorprende, ya que muchos miembros de las fuerzas armadas afganas habían recibido instrucción en la URSS. El régimen de Daoud no había logrado responder a las elevadas expectativas despertadas por su propia retórica “revolucionaria”, y una chispa alcanzó para hacer estallar el polvorín. (Maley, 2010)

El 17 de abril de 1978, fue asesinado el activista político, Mir Akbar Khayber, (PDPA) por agentes del régimen de Mohammed Daud Khan en la prisión de Pul-i-Charkhi, en Kabul. Eso tuvo como consecuencia una manifestación espontánea en la que se reunieron alrededor de 10.000 personas. El régimen empezó a encarcelar a militantes comunistas, en ello estaban incluidos Nur Mohammad Taraki y Babrak Karmal. Sin embargo, Hafizullah Amín, estuvo durante las cinco primeras horas bajo arresto domiciliario, esto permitió que el tuviera el tiempo para poder organizar y ordenar un levantamiento de las Fuerzas Armadas que venían teniendo influencias marxistas desde hace años atrás. Diez días después, en la noche del 27 al 28 de abril unidades militares irrumpieron en el Palacio en Kabul (Maley, 2010).

Las cuatro figuras principales del golpe fueron Abdul Qadir y Muhammad Rafi (del partido Parcham) y Aslam Watanjar y Sayud Muhammad Gulabzoi (del Khalq). Sin embargo, tras tomar el palacio por asalto y matar a Daoud y a sus familiares en las primeras horas del 28 de abril, instalaron en el poder a un grupo de políticos civiles marxistas: Nur Mohammad Taraki y Hafizullah Amin (del partido Khalq) y Babrak Karmal (del Parcham). Taraki era el líder designado de la denominada “Revolución de Saur” (inqilab-e-saur), así llamada por el mes del calendario afgano en el que tuvo lugar el golpe. El período que media entre abril de 1978 y diciembre de 1979 se caracterizó por disturbios casi incesantes, causados por múltiples motivos. El más importante era que las políticas de los nuevos gobernantes resultaron ser profundamente ofensivas para las actitudes y los valores de numerosos afganos. El declarado ateísmo de los gobernantes inmediatamente los distanció del pueblo, y las políticas que aplicaron en ámbitos tales como la reforma agraria no sólo estaban deficientemente diseñadas, sino que, además, eran provocativas (Maley, 2010).

La coerción tuvo el efecto opuesto al deseado, ya que la sociedad civil empezó a unirse a la oposición y a tomar las armas contra el gobierno. Los problemas que se fueron ocasionando entre los dirigentes del Parcham y el Khalq fueron agraviando la situación.

Para en septiembre de 1979, Amin logró desplazar a su compañero khalqi, Taraki, que posteriormente fue asesinado. Esto inauguró un período de feroz represión. La escisión tuvo efectos más amplios. Poco antes de su caída, Taraki había visitado al dirigente soviético Leonid Brezhnev, y éste y sus colegas estaban enfurecidos por el giro que habían tomado los acontecimientos (Maley, 2000).

Invasión soviética

Quienes eran parte de la dirigencia soviética, estaban preocupados por el desarrollo de los acontecimientos en Afganistán, pero su posición en un primer instante fue mantener la distancia. En marzo de 1979, la 17° división del ejército afgano se amotinó en Herat, lo que generó una gran preocupación para el régimen. Es por ello que, Taraki solicitó la ayuda a la URSS, sin embargo, el presidente del Consejo de Ministros, Alexei Kosiguin respondió de la siguiente manera:

El despliegue de nuestras fuerzas en el territorio de Afganistán provocaría la inmediata reacción de la comunidad internacional y traería consigo múltiples consecuencias desfavorables... Nuevamente, quisiera subrayar que hemos analizado la cuestión del despliegue de nuestras fuerzas desde todos los puntos de vista; hemos estudiado minuciosamente cada aspecto de esta acción y hemos llegado a la conclusión de que si nuestras tropas penetrasen en territorio afgano, la situación allí no sólo no mejoraría, sino que empeoraría. No se puede negar que nuestras tropas tendrían que luchar no sólo con los agresores extranjeros sino también con una parte del pueblo afgano. Y la gente no perdona esas cosas (Hershberg, 1997).

A finales de 1979, la salud de Kosiguin había empeorado y esto hizo que empezaran a alejarlos del proceso de adopción de políticas, a esto se suma el asesinato de Taraki; lo que dio como consecuencia que los dirigentes soviéticos tomaran nuevos caminos en la toma de decisiones.

Es por ello que, para el 12 de diciembre de 1979, en una reunión del Politburó soviético presidida por el ministro de Relaciones Exteriores, Andrei Gromyko, se aceptó la recomendación de invadir Afganistán, presentada por cuatro de los principales líderes soviéticos y miembros del Politburó (Brezhnev, secretario general del Partido Comunista; Yuri Andropov, presidente del Comité de Seguridad del Estado; Dimitri Ustinov, ministro de Defensa; y el propio Gromyko) (Maley, 2000).

El 27 de diciembre, comandos soviéticos mataron a Amin en el palacio Tajbeg, en la parte sur de Kabul, “una estación de radio soviética se apoderó de la señal de una radio afgana para difundir una grabación en la cual Babrak Kamal anunció el derrocamiento de Amin” (Hershberg, 1997).

La invasión soviética transformó en forma decisiva a Afganistán, pasó de ser un remoto puesto de avanzada a un punto clave en la rivalidad de la Guerra Fría. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, no había previsto la invasión y el gobierno del presidente Carter la consideró una verdadera amenaza, estimó que la invasión colocaba a la URSS en posición de interrumpir el flujo de petróleo desde el Golfo Pérsico, lo que constituía “la amenaza más grave a la paz mundial desde la Segunda Guerra Mundial” (Grasseli, 1996).

La respuesta de las administraciones estadounidenses tanto la de Carter como la de Reagan fue armar a grupos de oposición a la Unión Soviética, esto con el fin de dar un mensaje simbólico a nivel internacional, esta acción de la URSS era inaceptable e iban a luchar hasta el final. Estados Unidos en un momento creyó que había vencido puesto que con el debilitamiento de la URSS para fines de la década de los 80´s tuvieron que retirar sus fuerzas en 1989 de Afganistán.

Surgimiento de los muyahidines

Muyahidines significa “los que practican la yihad”, los muyahidines han sido el reflejo de lo complejo que es comprender la sociedad afgana, puesta que ésta establece importantes diferencias las cuales se basan en factores étnicos, sectarios, económicos, ideológicas y de género. Estas contradicciones que se suscitan dentro de nuestras sociedades, son una forma causal de explicar por qué existe el conflicto.

Entre ellos se contaban miembros tan diversos como el Hezb-e-Islami (“Partido del Islam”), un partido cercano al leninismo encabezado por Gulbuddin Hekmatyar, y el grupo islamista moderado Jamiat-e-Islami (“Sociedad Islámica”) de Burhanuddin Rabbani, así como partidos menores liderados por figuras como Pir Sayid Ahmad Gailani y Sibghatullah Mojadiddi, que reflejaban las influencias sufíes y apoyaban el regreso de Zahir Shah, y Abdul Rab al-Rasoul Sayyaf, mucho más influenciado por las tendencias wahabíes provenientes de la península arábiga. Esos partidos se transformaron en intermediarios para la distribución de la ayuda internacional, pero, sobre el terreno, su importancia directa era menor en comparación con la de dirigentes tales como Haji Abdul Latif en Kandahar, Ismael Khan en Herat y Ahmad Shah Massoud en el valle de Panjsher, al norte de Kabul (Maley, 2000).

Los muyahidines no pudieron retener y ocupar las ciudades principales, pero hostigaban a los soviéticos y a las fuerzas del régimen con gran eficacia en casi todas las zonas rurales, privándolos de cualquier semblanza de “victoria”.

Un factor interesante e importante al analizar el conflicto dentro de Afganistán es el apoyo mundial y regional que tuvieron. Durante la década de los 80’s los muyahidines recibieron el apoyo y se beneficiaron del mismo, gracias a los Estados Unidos de América bajo el mandato de Reagan y del gobierno del General Zia ul-Haq en Pakistán (Maley, 2010).

Estados Unidos estaba resuelto a socavar las bases del poderío soviético y veía a los muyahidines como un instrumento apto para este propósito. En contraste, Pakistán tenía en juego un complicado conjunto de intereses regionales. El conflicto fronterizo latente con Afganistán desde 1947 hacía que Pakistán no tuviera ningún interés en fortalecer la posición de los afganos secularizados y nacionalistas, por ende prefirió apoyar a grupos islamistas radicalizados como el Hezb-e-Islami de Hekmatyar que había sido, por largo tiempo, un fiel cliente de los servicios de inteligencia de Pakistán  (Zahab, 2004).


La URSS, en su última fase de existencia liderado por Mikhail Gorbachev, en el 27° Congreso del Partido, celebrado en febrero de 1986, Gorbachov se refirió a Afganistán como “una herida sangrante” (Partii Sovetskogo Soiuza , 1986). El 13 de noviembre de 1986, el Politburó soviético decidió retirar las fuerzas de la URSS por un período de dos años. Alentó a Najibullah a que intentara fortalecer la base de su régimen apelando a la “reconciliación nacional”. Gracias a los suministros de material soviético, Najibullah logró sobrevivir a la retirada de las fuerzas soviéticas en 1989 pero, como se vio después, su continuidad dependía de los recursos provistos por la URSS, que utilizaba para comprar la lealtad de los actores clave en diversas partes del país. Ni bien desapareció esa fuente de recursos, su régimen empezó a desintegrarse, mientras los actores claves se iban reposicionando. En abril de 1992, se produjo su caída definitiva. (Maley, 2010)

Las consecuencias de la guerra en Afganistán fueron profundamente devastadoras. Entre 1978 y 1987, murieron, en promedio, más de 240 afganos por día durante diez años, lo que equivale a un nivel de víctimas cincuenta veces superior al registrado en 2010. Este elevado nivel de mortalidad se vio acompañado de estremecedores crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos, así como de desplazamientos de población y migraciones forzadas masivas y duraderas que dieron lugar a problemas sociales de largo plazo. De una población asentada estimada antes de la guerra en 13,05 millones de personas, para principios de la década de 1990 unos 6,2 millones vivían en el extranjero como refugiados, mayormente en Pakistán e Irán. Los campamentos de refugiados en Pakistán resultaron ser espacios ambiguos, que no sólo protegían a refugiados vulnerables sino también albergaban a combatientes y que, ulteriormente, se transformaron en un terreno propicio para el crecimiento del movimiento talibán, una fuerza nociva y trágica que no reflejaba la sociedad afgana “tradicional” sino el resultado de décadas de perturbaciones de la vida cotidiana para el común de los afganos. (Schmeidl, 2008)

 

Muyahidines y Talibanes

Tras la desintegración del régimen de Najibullah, los muyahidines afganos tomaron el poder en Kabul. Sin embargo, se enfrentaron, por un lado, con la existencia cultural simbólica de un Estado (principalmente en Kabul), pero que éste no poseía instituciones que cumplieran su función, pues estaban los burócratas los cuales se habían dispersado o escapado, el ejército se había escindido en función de criterios étnicos y regionales, y simplemente no había organismos que se ocuparan de extraer y redistribuir los recursos. (Maley, 2000)

Por otro lado, existía la rivalidad entre muyahidines. Mientras que la mayoría de los dirigentes muyahidines musulmanes sunitas firmaron, el 24 de abril de 1992, un acuerdo encaminado a la creación de un “Consejo de dirección” (Shura-i Qiyadi) que presidiría el profesor Mojadiddi, Gulbuddin Hekmatyar se negó a participar; con anterioridad, su portavoz había anunciado que “Hekmatyar no puede aceptar ningún arreglo en el que participe Ahmad Shah Massoud”. (Maley, 2010)

Una de las razones principales de esta situación era que la rivalidad entre los muyahidines había provocado un brutal conflicto armado que causó importantes daños a la propia capital. Mientras que el índice de mortalidad había disminuido marcadamente en la mayor parte de Afganistán, en Kabul sucedió lo contrario. Los sectores de la ciudad habían caído en poder de distintas fuerzas: el Hezb-e-Wahdat chiita dominaba el oeste de la ciudad, las fuerzas leales a Massoud, el norte, una milicia asociada con el ex dirigente comunista Abdul Rashid Dostam, la zona de Bala Hissar, y las fuerzas leales a Abdul Rab al-Rasoul Sayyaf, Paghman. Las hostilidades entre el Hezb-e-Wahdat y las fuerzas de Sayyaf estallaron primero, en junio de 1992. A estos enfrentamientos se sumaron los bombardeos lanzados por las fuerzas de Hezb-e-Islami situadas en el sur con armas que habían acumulado durante la década de 1980. El propósito de esos ataques era impedir que nadie más que Hekmatyar tomase el poder. Rabbani se refería a Hekmatyar como “un terrorista peligroso al que había que expulsar de Afganistán”. Este período tuvo gravísimas consecuencias en el plano humanitario, y varias de las fuerzas que participaron en el conflicto cometieron crímenes de guerra masivos. Sólo en marzo de 1995, Massoud logró tomar tanto la ciudad como sus alrededores. El período de calma que siguió duró muy poco. (Maley, 2010)

Surgimiento de los talibanes

En 1979 cuando empieza la revolución socialista por parte de los soviéticos, se infringe los preceptos principales del pashtunwali principalmente por las reformas agrarias, sociales, educativas y en mayor importancia el rol que se dio al empoderamiento de la mujer.

Para explicar este punto se debe considerar lo que rige a la cultura afgana. El pashtunwali es un código de vida, un código social y legal de normas no escritas pero que se ha usado desde hace más de 3000 años, es un código de honor que establece como debe actuar la sociedad. Los significados que están dentro de estas normas determinan la realidad y la sociedad simplemente adquiere por tradición año tras año y al ser un código ético las implicaciones de defensa a toda costa son evidentes. (Baqués, 2010)

Eso era algo que se iba en contra de este código lo que generó que los grupos de la resistencia tomen lugar y defiendan la tradición islámica así sea de la forma más reaccionaria y violenta, es lo que sucedió y sucede. Se antepone siempre el respeto a este sistema de vida que desde hace años ha venido dirigiendo la cultura afgana y que es muy difícil que se llegue a violentar sin costos humanos significativos como se ha visto en esta guerra permanente.

La idea radical de justicia y venganza, el papel de la mujer rezagado a una estructura patriarcal, la defensa del honor, son algunas cuestiones que estarán presentes a lo largo de la vida de cada uno de los individuos pertenecientes a esta sociedad. Palabras y principios como:

Badal: venganza y justicia; reacción violenta a algún insulto o daño.

Turah: defender el honor de su nombre.

Sabat: lealtad a la familia, amistad y tribu.

Imandari: rectitud, hacer el bien siempre a la gente.

Ghayrat: respeto, honor y valor; hacia uno mismo y el prójimo (Ruiz, 2016).

 

Este tipo de lenguaje dotado de valores tradicionales, serán los que siempre estarán implicados dentro del conflicto. El momento en que alguno de ellos sea infringido se recurrirá a la violencia con el fin de siempre defenderlos. Además del pashtunwali, su relación (un poco distinta) con los principios de la sharia configura los modos de actuar de las personas pertenecientes a esta sociedad y las que deben ser entendidas como parte de una cultura determinada.

En 1992 surgen en las zonas rurales de Pakistán un grupo perteneciente a la etnia pashtun, los talibanes. Fueron jóvenes con problemas de pobreza, desarraigados de las tribus y tradiciones, víctimas rotundas de la guerra. Surgen de los campamentos de refugiados en las madrasas (escuelas coránicas) en donde reciben adoctrinamiento, instrucción militar, educación, alimento, etc (De Faramiñán & Santayana, 2009).

Se tuvo la influencia del partido fundamentalista Pakistaní Jamiat-e-Ulema Islam que era de tradición deobandi cuya característica principal era el restaurar los valores islámicos mediante la sharia, que rechaza toda idea de progreso político o económico, modernización, y que pretende implantar estos preceptos de la manera más pura acorde a los tiempos de Mahoma. Por ello, tiene una concepción radical frente al papel de la mujer y el rechazo al chiismo, intensificando el fundamentalismo islámico. (De Faramiñán & Santayana, 2009)


 En 1994, el movimiento talibán, que se apoderó en primer lugar de la ciudad de Kandahar, luego de Herat, en 1995, y finalmente de Kabul, en septiembre de 1996. “Taliban” es, sencillamente, el plural en persa de la palabra “estudiante”. Si bien en Afganistán existían distintos “frentes talibanes” desde principios de los años 80, este movimiento era diferente en el sentido de que se aproximaba mucho más a una fuerza militar convencional. (Maley, The Afghanistan Wars, 2000)

Su surgimiento reflejaba principalmente el deseo de Pakistán de contar con una fuerza sustituta que pudiese ocupar y retener grandes extensiones de territorio, cosa que el Hezb-e-Islami de Hekmatyar no había logrado hacer. El ministro del Interior de Pakistán, el general retirado Nasseerullah Babar, solía referirse a los talibanes como “nuestros muchachos”, lo que exasperaba al ministro de Relaciones Exteriores pakistaní. El papel de Pakistán en el apoyo prestado al movimiento talibán fue fundamental para su fortalecimiento. (Maley, 2010)

Human Rights Watch dijo, de todas las potencias extranjeras que participaron en los esfuerzos por sostener y manipular las hostilidades en curso, Pakistán se distinguió tanto por la amplitud de sus objetivos y la escala de sus actividades, que consistieron, entre otras, en solicitar fondos para los talibanes, financiar las operaciones del grupo, prestar apoyo diplomático en calidad de emisarios virtuales de los talibanes en el extranjero, organizar la instrucción de los combatientes talibanes, reclutar mano de obra calificada y no calificada para las fuerzas talibanes, planificar y dirigir las ofensivas, proporcionar y facilitar los envíos de municiones y combustibles y, en varias ocasiones, prestar apoyo, aparentemente en forma directa, a las hostilidades.

En el 2001 luego del 11-S que cambia las dinámicas de las RR.II y principalmente en este conflicto. Los Estados Unidos tenía como fin el derrocamiento del régimen taliban por lo que en octubre de ese año empieza la ‘Operación Libertad Duradera’ para ocupar el país en respuesta al atentado mortal cuya responsabilidad se le otorgaba a Osama Bin Laden con la ayuda de los talibanes liderados por el emir mulá Mohammed Omar. (De Faramiñán & Santayana, 2009)

Aquí surge el segundo intento trascendente de solución de este conflicto en la historia. La creación de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) con el respaldo de la OTAN en el 2003. Esta misión diplomática tenía como objetivo el apoyo al gobierno afgano para que restablezca la estabilidad en el país mediante tropas que fortalezcan la seguridad interna y combatir la insurgencia. Sin embargo, luego de su finalización en el 2014, los talibanes siguen siendo una fuerza importante además de que surge el Estado Islámico como una nueva amenaza. Pues, las acciones de la ISAF no se han diferenciado de la ‘Operación Libertad Duradera’ en donde el papel de los Estados Unidos ha sido el principal problema, y el que persiste hasta la actualidad (De Faramiñán & Santayana, 2009).

Bibliografía

Baqués, J. (08 de julio de 2010). Real Instituto Elcano . Obtenido de Depositorio Digital RIBEI: http://biblioteca.ribei.org/1996/1/DT-22-2010.pdf

De Faramiñán, J. M., & Santayana, J. (2009). EL CONFLICTO DE AFGANISTÁN. Madrid: Instituto de Estudios Internacionales y Eurpeos "Francisco de Vitoria".

Grasseli, G. (1996). British and American Responses to the Soviet Invasion of Afghanistan.

Hershberg, J. (1997). New evidence on the Soviet intervention in Afghanistan. History Bulletin.

Maley, W. (2000). The Afghanistan Wars. New York.

Maley, W. (Afganistán: reseña histórica y geográfica de 2010). Obtenido de https://www.icrc.org/es/download/file/17575/irrc-880-maley.pdf

Novosti, R. (2010). Afganistán, uno de los países más ricos del mundo, pero ¿para quién?

Oficina de Información Diplomática. (Mayo de 2017). Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Obtenido de http://www.exteriores.gob.es/Documents/FichasPais/AFGANISTAN_FICHA%20PAIS.pdf

Partii Sovetskogo Soiuza . (1986). Materiales del 27º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Moscú.

Ruiz, J. (14 de julio de 2016). DIALNET. Obtenido de Tribunales Informales en Afganistán. De enemigos a aliados en el proceso de estabilización: file:///C:/Users/Pc/Downloads/Dialnet-TribunalesInformalesEnAfganistan-5819688.pdf

Schmeidl, S. (2008). The case of the Afghan refugee population: finding durable solutions in contested transitions. Aldershot.

Zahab, M. A. (2004). The Afghan–Pakistan Connection. Londres: Hurst & Co.

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Sobre la autora: Pamela Viteri es Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Tiene un Diplomado en Derechos Humanos de los Grupos en Situación de Vulnerabilidad. Actualmente, es estudiante de Derecho y Militante Comunista. 

 

 

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