El príncipe azul, de campaña
presidencial, ha perdido la magia del hechizo y, en menos de tres meses de
gestión, se ha convertido en lo que siempre fue: el terrible monstruo de la
privatización. El problema ahora es que, al parecer, ha tomado como reto el desangrar
al sector más pobre y más oprimido de la sociedad.
Para ser más específica, ha
desangrado al pueblo. No le basta con humillar al sector indígena, ni con
burlarse de las y los obreros, también juega con la dignidad de los estudiantes
secundarios y la comunidad universitaria. Entre
privatizaciones, amenazas y leyes antipopulares, el 18 de agosto el ejecutivo
ha presentado una Reforma a la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES).
El problema no solo radica
en sus mentiras y contradicciones; se trata de un asunto de suma urgencia que
planea vulnerar el principio de gratuidad ¿Cómo
se espera que no exista indignación frente a estas reformas? Se siente como
una burla hacia la lucha estudiantil. Privatizar
así la educación, tal como lo plantea Lasso, no solo es indignante… es
miserable.
Es decir, ¿cómo es posible pensar que en pleno 2021
se plantee que los estudiantes extranjeros no podrán acceder a la educación
pública? Porque eso dictamina la reforma, que este derecho -y próximamente
privilegio- es exclusivo para ecuatorianos y ecuatorianas… ah, y residentes
permanentes. Más allá de las fronteras ¿qué
nos diferencia del resto, señor presidente? Desearía decir que este dictamen es
el más doloroso, pero para pesar mío -y nuestro-, hay mucho más.
¿Acaso planea sumergir al Ecuador en un régimen veterano caracterizado
por el tráfico de influencias y venta de cupos? ¿Dónde queda la promesa del
libre acceso a la educación? Y no, no es posible hablar de un libre acceso a la
educación superior cuando se plantea pagar un rubro por el curso de nivelación
y/o pre universitario.
La universidad pública existe para quienes no tienen -tenemos- acceso a
universidades privadas, pero deseamos formarnos profesionalmente para enfrentar
el mundo laboral. Humillante, eso es lo que esta reforma simboliza.
¿Qué sucedería si las universidades públicas violan el acuerdo de no
lucro que se contempla en la Constitución de la República del Ecuador y se
llenan los bolsillos con rubros innecesarios? Nada. No sucedería nada, porque este es un vacío frente
a las sanciones a recibir. Por ende, incluso con denuncias no habría manera de
proceder ante estos casos. Como era de
esperarse, la educación se convierte en un negocio.
Además, y como si no fuese suficiente el desangre, Lasso ha considerado
que ciertas atribuciones del CES y de la SENESCYT de plano no van, poniendo en
riesgo la calidad educativa y el control que debe existir frente a los procesos
meritocráticos. La
reforma le disminuye funciones al CES, organismo encargado de aprobar mallas
curriculares y apertura de nuevas carreras/postgrados, ahora estas atribuciones
corresponden a la misma universidad. Es,
básicamente, como si un tesista se armase solo su tesis y se calificase solo su
tesis.
Otro tema es la designación
de autoridades y profesorado, pues este queda a libertad, basándose en el
principio de autonomía universitaria. Y nuevamente nos enfrentamos a un error
de comprensión de términos: autonomía universitaria. La autonomía universitaria
no es quitarle organismos de regulación a las universidades… Cabe hacernos
preguntas ¿Cómo se plantea contratar a docentes? ¿Y las renovaciones de
contrato? Pero, lo más importante, ¿cómo
se garantiza que este proceso no favorezca al hijito, al nietito, al amiguito,
al hermanito de…? Dejar con estos
vacíos a la Universidad es permitir que toda clase de corrupción se brinde en
estos espacios, que, para mí, son sagrados ¡Y hay aún más! Los y las
rectoras de las universidades han denunciado que no existió diálogo previo para
tomar estas medidas -sí, fueron unilaterales-, y también hicieron público el
reclamo de una posible reducción de presupuesto universitario.
Es en este momento cuando
nos preguntamos ¿dónde queda la promesa
de eliminar la prueba de acceso a la Universidad? En campaña, Lasso ocupaba el mínimo espacio para gritar que la famosa
Ser Bachiller/EAES sería descartada, “para que los estudiantes sean libres de
elegir qué estudiar y dónde estudiar”. Al final, solo cambió el nombre de la
prueba a Transformar, el tiempo y el número de preguntas. Primera promesa fallida.
“Libre ingreso” significa
que se contará con un espacio horizontal y digno para toda la comunidad
estudiantil. Un espacio en el que no se discrimine por nacionalidad, al final,
las fronteras solo son un espacio imaginario. Un espacio en el que no se
discrimine por clase social ¡qué tal! Ahora resulta que se tendrá que pagar el
preuniversitario… ¿si se ha pensado en
las y los estudiantes que son hijos de obreros, los que son obreros, los que
realmente no tendrán para cubrir esta cuota y posiblemente se endeudarán con
una entidad bancaría? ¿Si han pensado en que la universidad pública es el único
espacio de formación que se nos permite a, “los otros”, quienes no nacimos en cuna de oro, a
quienes no la tuvimos fácil jamás, a quienes el Estado ahora da la espalda?
¿Si ven como el problema no
es de forma, sino de fondo? Es que los
reclamos y las críticas a la Reforma de la LOES no es solo “una forma más de
jorobar al Gobierno entrante”, tampoco es un “ataque correísta para
desestabilizar” ¡Es el grito del pueblo que viene aguantando medidas
antipopulares, miserables y denigrantes! Pareciera que el Gobierno del
Encuentro lo que planea es ponernos frente a frente con la desigualdad social. Pareciera que el Gobierno del Encuentro nos
quiere encontrar nuevamente en las calles, recordándoles que la educación sin
dignidad es privilegio de clase.
Esto tampoco es una declaración de amor y defensa a la antigua LOES,
pues está muy lejos de ser satisfactoria. Sin embargo, si se plantea reformar
el estatuto, es necesario contar con propuestas frescas, innovadoras,
trabajadas desde el sector al que le compete esta reforma: la Universidad. No necesitamos un modelo caduco y fracasado que deje
a la educación al final de la lista y priorice los procesos; tampoco buscamos
un modelo de privatización y fractura a la educación pública. Es necesario comenzar a hablar de una
educación superior horizontal, inclusiva, libre de discriminación y violencia,
y esto solo se consigue a través de mesas de trabajo y propuestas, escuchando a
profesores, sector administrativo y obviamente, a estudiantes universitarios.
Hasta que esto suceda, seguiré soñando con un país que realmente se
preocupe por la calidad de la educación. Aunque, y para ser sincera, en un
Ecuador neoliberal soñar si cuesta. Aquí, los anhelos del sector público se
encuentran en remate. El gobierno de Lasso es el gobierno enemigo de la
educación pública.
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Sobre la autora: Sofía Salomé Méndez Andrade. 19 años. Estudiante de Comunicación en la Universidad de Cuenca. Activista por los derechos de lxs estudiantes. Activista y militante feminista. Fundadora de Killa Colectiva Feminista. Equipo de trabajo de FEUE U Cuenca y AFU General. Con las causas justas. Siempre radical. Amando la libertad. Soñadora y poeta.
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