Luciana Santillán Sosa: "Transfeminismo, la importancia de la participación política de las mujeres trans dentro del movimiento feminista"
Todas las
personas, desde el nacimiento. son ubicadas dentro del binarismo hegemónico
de género: hombre-mujer. Es a partir del sexo biológico que recae sobre los
cuerpos sexuados la imposición de encarnar un único género en clave binaria, y
a la par, empieza la socialización con lo que culturalmente se considera “lo
propio” de la masculinidad y “lo propio” de la feminidad. En ese sentido, se
adapta a les recién nacides a los roles de género socialmente aceptados según
su sexo biológico. Ni el Estado, ni las instituciones de poder
reconocen otro tipo de identidad que no encaje dentro de esta matriz
cisnormativa, posicionando a estas dos únicas formas de identificación como
inherentes al ser.
Respecto
a esto Argüello señala:
Al
momento de nacer, la primera forma de identidad -en el sentido de fijeza y
determinación- que se nos asigna, social y políticamente, está impregnada por
nuestro sexo biológico. El sexo biológico (tener vagina o pene) determina si
somos/seremos niños o niñas, mujeres u hombres. Esta primera forma de
clasificación pasa por “reconocer” nuestra naturaleza biológica a la vez que
nos va situando socialmente como seres masculinos o femeninos (2014,
114).
Para
Butler (2007) este sistema binario reproduce los sistemas de dominación
donde el cuerpo es el foco de desigualdades y el canal de construcción de
subjetividades de lo femenino/masculino y el género se performa dentro
de este orden binario. Esta división categórica ubica a los hombres en un
lugar privilegiado respecto a las mujeres y es una de las causantes principales
del machismo y de la violencia de género.
No
obstante, a pesar de que a partir del sexo biológico se imponga sobre los
cuerpos sexuados determinado género en clave binaria, no todas las
personas se sienten identificadas con el género que se les asignó al nacer,
como es el caso de las personas trans, cuya existencia demuestra que no es el
sexo biológico lo que define la identidad de género, que éste es un análisis
que no está atravesado únicamente por la genitalidad.
Los
discursos hegemónicos, acerca de la corporalidad humana, dividen a las personas
en cuerpos presentables y en cuerpos abyectos, cuerpos que no
importan, creando a su vez existencias periféricas. Las
personas que no adquieren la identidad de género que les es impuesta a partir
de sus datos biológicos rompen con el canon normativo hombre-mujer y es
esta la razón por la que son sistemáticamente discriminadas, patologizadas y
violentadas.
En este
contexto tan adverso, de constante violencia y vulneración de derechos en el
que se desarrollan las personas que deciden transgredir a la norma cisgénero-heterosexual,
se han generado alianzas estratégicas entre personas trans y personas cis.
Asimismo, entre grupos y movimientos sociales de transactivistas y
feministas, haciendo que las personas trans encuentren un lugar de
identificación y acompañamiento, un espacio de lucha y resistencia.
Sin
embargo, en los últimos años, el debate sobre el sujeto del feminismo se ha
vuelto a poner sobre la mesa. Por un lado, se encuentran las feministas
radicales trans-excluyentes, denominadas TERF por sus siglas en
inglés Trans-Exclusionary Radical Feminist, quienes consideran al
feminismo como un movimiento únicamente para mujeres con vulva y vagina,
esencializando al sujeto “mujer” por sus datos biológicos, y excluyendo y
discriminando a las mujeres trans del feminismo. Por otro lado, se
encuentran las transfeministas -movimiento conformado por mujeres trans y por
mujeres cis- quienes afirman que el sujeto del feminismo “mujer” no debe estar
determinado por el sexo biológico sino por la identidad de género que asume
cada persona.
Mientras
las feministas trans-excluyentes, representantes del feminismo de la diferencia
sexual plantean abolir el género por considerarlo la base, la raíz de la
opresión hacia las mujeres, las transfeministas o teóricas del género plantean
abolir la cisnormatividad y binarismo de género, al considerarlos los pilares
del patriarcado, ya que afirman que el sistema patriarcal actúa otorgando
privilegios a las personas cisgénero y negándole derechos y oprimiendo a las personas
trans. Las transfeministas y las teóricas del género defienden la
existencia de tantos géneros como identificaciones haya, y no consideran que la
categoría “género” sea en sí misma la causante de la opresión sistémica hacia
la mujer.
Este
debate sobre si las mujeres trans deben o no formar parte del feminismo ha
generado fuertes enfrentamientos dentro del movimiento desviando la atención de
la lucha contra la violencia de género y los femicidios, para volver a
enfocarse en el mismo debate que ya se desarrolló en la segunda ola del
feminismo, en el tema del sujeto político, y con esto dividiendo al movimiento
entre quienes acogen a las mujeres trans y quienes las excluyen. Es de
esta manera como los discursos oficiales emitidos por parte de las feministas
radicales trans-excluyentes han estancado la lucha del movimiento feminista,
incluso este sector del feminismo se vuelve funcional al sistema patriarcal ya
que reproduce los mismos discursos sobre los que históricamente se han
legitimado las opresiones y desigualdades basadas en la condición sexo-genérica
de las personas.
Pero, ¿por
qué es importante para las personas trans el pertenecer al movimiento
feminista? El ser trans en un contexto regido por el binarismo de género
provoca que las vidas de estas personas estén en constante riesgo, no
únicamente por la violencia de la cual son víctimas, sino también por el
desamparo y el descuido por parte del Estado. Es así que atravesar
este tipo de vivencias no normativas junto a aliadxs dentro de los espacios feministas
hace que la carga de no pertenecer a lo que se considera “normal, correcto y
sano” sea menos pesada y más llevadera, aliadxs junto a quienes la politización
de la existencia trans y la lucha por la reivindicación de los derechos que
históricamente les han sido negados se convierta en un sueño posible de
alcanzar y no solamente una lejana utopía.
Para las
personas trans el ser parte de la lucha feminista es un derecho.
Emy
Koyama autora del Transfeminism Manifesto, señala,
Nos hemos
vuelto cada vez más conscientes de que la diversidad es nuestra fortaleza, no
nuestra debilidad. Ninguna fragmentación o polarización temporal es demasiado
severa para anular las virtudes últimas de la política de coalición inclusiva.
Cada vez que un grupo de mujeres previamente silenciadas comienza a hablar,
otras feministas son desafiadas a repensar su idea de a quién representan y qué
representan. (Koyama, 2001, p 1).
Debemos
ser parte de quienes creen que nadie debe sufrir ningún tipo de violencia por
su identidad de género, por ser quien es; ni por su orientación sexual, por
amar a quien ama. El transfeminismo y los demás feminismos que cobijan
las existencias de todas, todos y todes ayudan a que el mundo sea un lugar más
justo, sin importar etnia-raza, clase social, nacionalidad, ni genitales.
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Sobre
la autora: Luciana Santillán Sosa es Economista por la Universidad
Central del Ecuador. Tiene una Maestría en Ciencias Sociales con mención en
Género y Desarrollo en FLACSO-Ecuador. Actualmente es candidata a Doctora en
Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Es activista transfeminista, militante del colectivo La Marcha de las
Putas Ecuador, además, ha colaborado en el medio de comunicación alternativo
Revista Crisis.
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