Nadie nace odiando a otra persona
por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que
aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede
enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su
contrario.
Nelson Mandela
“No soy tu compañera soy tu compañere”, este es
el pequeño extracto que se difundió en redes sociales de una particular clase
de zoom y las diferentes reacciones causaron mucho revuelo en las distintas
plataformas mediáticas, con varias posturas. Se formuló una gran cantidad de
opiniones en torno a la lengua, el lenguaje y sus diversas variantes referentes
a la inclusión de género. Sin embargo, muchos todavía tienen la misma interrogante ¿qué es el lenguaje inclusivo
y como se aplica en la actualidad?
Para
comenzar hay que tener ciertos parámetros en mente, desde el prescriptivismo
lingüístico o normativismo lingüístico existe un ente regulador de la legua
que controla como esta va fluctuando “RAE” manteniendo con ello el “orden” en
la gente hispanohablante en cuanto a la lengua. La RAE es una entidad que
asegura que el uso de la letra “E” y “x” son ajenas a la morfología del
español. Además, afirma que el masculino
gramatical “chicos” ya engloba esta inclusión, es decir, se utiliza un
masculino generalizador.
Es necesario,
por tanto, realizar una exposición lingüística de estas reglas y formalismos no
explícitos al escribir y hablar. Década tras década dichas prácticas son
replicadas en un inconsciente entorno y, a su vez, normalizadas e incluso
consideradas al hecho de llevarlas a nuestra cotidianidad con honores por un
organismo cis-heteronormativo absoluto. La
heteronormatividad se encarga de perpetuar determinadas acciones. Es este
sexismo científico, antropológico, histórico bien marcado en torno a los
textos, libros y demás relatos antiguos que son utilizados como estudio; donde
el seno de sus escrituras es hegemónico y patriarcal. La heteronormatividad se
justifica, únicamente, con razones de supremacía y subordinación. En
consecuencia, encubre y minimiza todo lo otro que salga de su rango,
distorsionando la realidad, desligando los logros o resultados obtenidos por
esa otredad, quienes son mostrados en estos trabajos como inferiores e
incapaces invalidando incluso su participación.
Indagando y
contextualizando desde los orígenes de este sexismo académico se llega a
realizar énfasis en un texto en particular “La Biblia”. Allí, se puede apreciar
una mirada extremamente conservadora y cisnormada que juzga, critica y castiga
todo lo que se encuentra “fuera de lo normal” e incluso impone una subrogación
de la mujer al hombre, con ello no solo se alienta a crear prejuicios en torno
a lo nuevo sino a normalizar estas conductas. Se toma, también, el incidente de
aquella reunión
de los obispos y otras autoridades de la iglesia católica de Mâcon donde se dio un mal uso del
latín, al hablar del género humano, en vez de "homo" hombre se dijo
"vir", varón, hegemonizando -con esto- la historia y repercutiendo en
la división de oportunidades.
Entre muchos
otros acontecimientos, dentro del ámbito religioso, ligado fuertemente está el
ámbito educativo que se enlaza a la religión en torno a dichas construcciones
sociales de la antigüedad. Asimismo, todavía presenta en la modernidad una
resistencia por incorporar en sus programas esta mirada inclusiva y no sexista,
sino al contrario sigue alimentando costumbres y prácticas hegemónicas que
niegan y bloquean una equivalencia social. Es desde esta esfera protagonista
donde se produce esta violencia alfabética cargada de connotaciones negativas
promoviendo estereotipos arraigados en un binarismo patriarcal.
Generaciones
enteras son pues las que reflejan estas consecuencias dogmáticas a gran escala
sin ser consecuentes plenamente de sus actos, discursos y opiniones
patologizando, discriminando y violentando, manipulados por esta intolerancia
a usar nuevos pronombres y formas de dominación que no son mujer o hombre.
Los conflictos e incomodidades que
se nos están planteando, en el lenguaje diario, no son más que resultado de
este sexismo normalizado y la falta de comprensión o aprecio de los diversos
elementos lingüísticos que poseemos y que han ido desarrollando para nuestro
beneficio colectivo generando equidad. En este sentido, es esta práctica no
discriminatoria que hace que el lenguaje
incluyente tenga un lugar propio, el lenguaje incluyente no es un lenguaje políticamente
correcto, este lenguaje es un compromiso social empático, amable y solidario con una modificación comunitaria
profunda, este es una subversión política que presupone una subversión
cognitiva lingüística y, evidentemente, tiene que configurar la visión y relaciones
del mundo moderno.
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Sobre la autora: Paula Morales es Estudiante
de la carrera de Género y Desarrollo en la Universidad de Cuenca. Es integrante
de varios colectivos feministas, voluntaria en AIESEC Ecuador, gestora de buenas
acciones y deconstructora Social.
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