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Paula Morales: "Reflexiones acerca del lenguaje inclusivo no binario"

 

Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario.

 Nelson Mandela

 

No soy tu compañera soy tu compañere, este es el pequeño extracto que se difundió en redes sociales de una particular clase de zoom y las diferentes reacciones causaron mucho revuelo en las distintas plataformas mediáticas, con varias posturas. Se formuló una gran cantidad de opiniones en torno a la lengua, el lenguaje y sus diversas variantes referentes a la inclusión de género. Sin embargo, muchos todavía tienen la misma interrogante ¿qué es el lenguaje inclusivo y como se aplica en la actualidad?

Para comenzar hay que tener ciertos parámetros en mente, desde el prescriptivismo lingüístico o normativismo lingüístico existe un ente regulador de la legua que controla como esta va fluctuando “RAE” manteniendo con ello el “orden” en la gente hispanohablante en cuanto a la lengua. La RAE es una entidad que asegura que el uso de la letra “E” y “x” son ajenas a la morfología del español. Además, afirma que el masculino gramatical “chicos” ya engloba esta inclusión, es decir, se utiliza un masculino generalizador.

Es necesario, por tanto, realizar una exposición lingüística de estas reglas y formalismos no explícitos al escribir y hablar. Década tras década dichas prácticas son replicadas en un inconsciente entorno y, a su vez, normalizadas e incluso consideradas al hecho de llevarlas a nuestra cotidianidad con honores por un organismo cis-heteronormativo absoluto. La heteronormatividad se encarga de perpetuar determinadas acciones. Es este sexismo científico, antropológico, histórico bien marcado en torno a los textos, libros y demás relatos antiguos que son utilizados como estudio; donde el seno de sus escrituras es hegemónico y patriarcal. La heteronormatividad se justifica, únicamente, con razones de supremacía y subordinación. En consecuencia, encubre y minimiza todo lo otro que salga de su rango, distorsionando la realidad, desligando los logros o resultados obtenidos por esa otredad, quienes son mostrados en estos trabajos como inferiores e incapaces invalidando incluso su participación.

Indagando y contextualizando desde los orígenes de este sexismo académico se llega a realizar énfasis en un texto en particular “La Biblia”. Allí, se puede apreciar una mirada extremamente conservadora y cisnormada que juzga, critica y castiga todo lo que se encuentra “fuera de lo normal” e incluso impone una subrogación de la mujer al hombre, con ello no solo se alienta a crear prejuicios en torno a lo nuevo sino a normalizar estas conductas. Se toma, también, el incidente de aquella reunión de los obispos y otras autoridades de la iglesia católica de Mâcon donde se dio un mal uso del latín, al hablar del género humano, en vez de "homo" hombre se dijo "vir", varón, hegemonizando -con esto- la historia y repercutiendo en la división de oportunidades.

Entre muchos otros acontecimientos, dentro del ámbito religioso, ligado fuertemente está el ámbito educativo que se enlaza a la religión en torno a dichas construcciones sociales de la antigüedad. Asimismo, todavía presenta en la modernidad una resistencia por incorporar en sus programas esta mirada inclusiva y no sexista, sino al contrario sigue alimentando costumbres y prácticas hegemónicas que niegan y bloquean una equivalencia social. Es desde esta esfera protagonista donde se produce esta violencia alfabética cargada de connotaciones negativas promoviendo estereotipos arraigados en un binarismo patriarcal.

Generaciones enteras son pues las que reflejan estas consecuencias dogmáticas a gran escala sin ser consecuentes plenamente de sus actos, discursos y opiniones patologizando, discriminando y violentando, manipulados por esta intolerancia a usar nuevos pronombres y formas de dominación que no son mujer o hombre.

Los conflictos e incomodidades que se nos están planteando, en el lenguaje diario, no son más que resultado de este sexismo normalizado y la falta de comprensión o aprecio de los diversos elementos lingüísticos que poseemos y que han ido desarrollando para nuestro beneficio colectivo generando equidad. En este sentido, es esta práctica no discriminatoria que hace que el lenguaje incluyente tenga un lugar propio, el lenguaje incluyente no es un lenguaje políticamente correcto, este lenguaje es un compromiso social empático, amable y  solidario con una modificación comunitaria profunda, este es una subversión política que presupone una subversión cognitiva lingüística y, evidentemente, tiene que configurar la visión y relaciones del mundo moderno.

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            Sobre la autora: Paula Morales es Estudiante de la carrera de Género y Desarrollo en la Universidad de Cuenca. Es integrante de varios colectivos feministas, voluntaria en AIESEC Ecuador, gestora de buenas acciones y deconstructora Social.

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