Todas las personas nacemos semejantes a una hoja en
blanco, inocentes e inconscientes del lugar al que hemos llegado: ¡bienvenidxs
al mundo de las dicotomías! Nos dirían en un universo paralelo, lo cual es
completamente cierto y en estas líneas les contaré de esto.
Ya ni siquiera esperan a nuestro nacimiento para
clasificarnos en uno de los dos únicos bandos, el médico gracias a la
tecnología de los ultrasonidos logra identificar en nuestros cuerpos un pene o
la ausencia de éste, “es niño” sentencia cuando mira un pequeño bulto entre las
piernas del bebé que chapotea en la matriz de su madre, o “es niña” dice cuando
no lo ve, y eso es peor, porque recordemos que si hablamos de pobreza, entre
lxs pobres son las mujeres quienes están peor, si hablamos de la situación
laboral, son las mujeres quienes están peor, y así sucesivamente. (Maffia,
2016)
Durante la niñez aún no somos capaces de entender la
magnitud de esa sentencia sobre nuestra forma de habitar en el mundo, sobre
nuestra identidad y sobre cada aspecto de nuestra existencia, estamos fascinadxs
con los colores, las texturas, los olores y el sabor de la leche de nuestra
madre -si es que lactamos
de su seno-, somos aún aquella hoja en blanco sobre la cual nuestra familia
dibujará los primeros trazos, serán nuestrxs cuidadorxs quienes nos dirán lo
que según la cultura en la que nacemos “está bien” o “está mal”, nos marcarán
los límites de lo correcto y lo incorrecto, la moral, lo que es Dios y de la
gente de bien, colocando siempre una categoría antagónica donde se ubicarán las
existencias periféricas, las minorías, los cuerpos abyectos; lxs denominadxs en
sociedades judeo-cristianas como: “pecadores”, “mundanxs” y “herejes”.
Es así que, en cuanto al binarismo de género, aquellos primeros
trazos serán confusos, porque nos dicen lo que “somos” y aún no alcanzamos a entender exactamente a qué se refieren
con eso.
Vamos creciendo y es verdad que a algunas de las que nos sentenciaron
como mujeres nos dicen, “no juegues con niños, ellos son bruscos”, “cierra las
piernas, no saltes así”, “te compré una muñeca Barbie de cuerpo perfecto”, en los cumpleaños y en navidad te regalarán una Bratz
que siempre vestirá a la moda, o un Chichobello con el cual esperarán que
practiques las labores de cuidado para cuando seas mamá, porque no hay otra
opción, si naciste sin pene deberás
ser madre algún día. No hay otro camino que no sea el de la maternidad, ese
será el gran objetivo de tu vida, la gran meta, la única razón y el único fin
de tu llegada al mundo dicotómico, porque mientras los hombres son los dueños del
espacio público, el reino de las nacidas con vagina será el espacio privado, el
dulce hogar, el esposo y lxs hijxs, la familia feliz.
Nosotras debemos
ser las buenas esposas y madres, seremos las que hacen el trabajo
reproductivo que al hacerlo por amor no percibirá salario alguno, seremos las
que tengamos la comida lista y la casa limpia para cuando nuestros príncipes
lleguen cansados del trabajo productivo, seremos las que llevaremos en nuestros
vientres la mano de obra que necesita el sistema capitalista. Esa debe ser
nuestra función, nuestro lugar en este mundo de divisiones categóricas
antagónicas, recuerden los sermones de los pastores en los púlpitos de las
iglesias cristianas, recuerden los discursos que siguen dando en la actualidad quienes
llevan los pañuelos celestes y dicen defender la vida.
Mientras vamos creciendo se nos recordará constantemente
que no debemos ser putas, que la virginidad es importante y que cuando la
perdemos dejamos de ser tan valiosas, a veces pienso que es quizá esta la razón
por la que nos cuidan con tanta dedicación cuando somos pequeñas respecto a los
juegos que sí les permiten jugar a los varones, quizá en un arriesgado salto o en
una divertida pirueta nos desgarremos el himen y con la pérdida de éste
perdamos a la par gran parte de nuestra valía. También nos advierten que
debemos cuidarnos porque si algo malo nos pasa siempre será nuestra culpa, así
que nos enseñarán no solo a responsabilizarnos, sino a avergonzarnos y
callarnos ante los abusos y las violaciones de las que seremos víctimas en el
transcurso de nuestras vidas. Y sí, de todas han abusado y quizá a todas nos
han violado.
Es que para qué te pones a beber con hombres si sabes que
ellos son así “por naturaleza”, es “su instinto”, ellos no se controlan, no
pueden, no dominan sus cuerpos, pareciera que el pequeño bulto con el que
nacieron entre sus piernas mandara por encima de sus cerebros, así que si te quedas embarazada producto de una
violación es tu culpa, por provocar, por salir, por no cuidarte, por subir
fotos sensuales a redes sociales, por vestirte como puta, por no “darte a
respetar”, ahora te aguantas y debes tener al bebé porque aunque ahora en casos
de violación sea legal, abortar es pecado recuerda nuevamente lo que dicen las
de los pañuelos celestes, ¡Llénate de culpa y hazte cargo!, a la final algún
día debías ser mamá.
Así que, de niña, de adolescente, o cuando ya seas adulta,
llegará un momento en el que deberás dejarte de lado porque el mandato de ser
madre se convierte en una exigencia constante del día a día, ¡el reloj biológico!, ¡te vas a quedar sola!, ¿quién
cuidará de ti?, una mujer no es una mujer completa si no tiene hijos, recuerda
la sentencia que recayó sobre tu pequeño cuerpo cuando naciste: ¡la biología!
Puedes embarazarte, así que debes parir… ¡no seas egoísta, es que luego no podrás,
luego te arrepentirás! Y, sobre todo, así es como debe ser.
La madre debe
dedicar su vida a serlo, porque si no lo hace tal como la sociedad patriarcal
lo exige, una vez más recae sobre ella la culpa y los señalamientos, y esta vez
el horror es peor, porque la sentencia de ser una “mala madre” es el mayor
fracaso de una mujer, porque a veces hasta el ser putas se nos perdona, pero
nunca se nos perdonará el no cumplir con el rol de la maternidad.
Muchas ceden ante el deber
ser por haber nacido con vagina y su vida queda a un lado para cuidar
plenamente a un nuevo inocente ser que nace como otra hojita en blanco, lista
para ser llenada una vez más por categorías antagónicas, por imposiciones absurdas basadas en sus genitales, porque
será su cuerpo el que le ubicará en lo masculino o en lo femenino, una vez más serán
sus genitales los que definirán gran parte de su vida y así el ciclo se
repetirá una y otra vez.
Y es aún peor si no te casaste, si te divorciaste o si no
tuviste hijos porque serás catalogada como la fracasada, la lesbiana del
pueblo, el bicho raro, la loca de los gatos y serás la burla de la gente que sí logró ubicarse y mantenerse dentro de los
márgenes de lo que se cree correcto en esta sociedad definida por las rígidas
categorías del bien y del mal.
El feminismo ha librado duras batallas intentando desmitificar
la figura idealizada de la “buena mujer” la buena esposa, la buena madre, la administradora
del hogar, la educadora de las masas, la encargada de transmitir la moral y las
buenas costumbres a las nuevas generaciones, siendo siempre ejemplo de pureza y
abnegación. El feminismo ha intentado
liberar a la mujer de la carga que significa serlo en un mundo dicotómico donde
el género, la raza y la clase son categorías que se intersecan en el día a día
para dividir a las personas aún más que las líneas imaginarias que dividen países
formando nacionalidades y creando guerras.
Pero en un mundo dicotómico eliminar la categoría de
género no servirá de nada, porque entre todas las mujeres, las mujeres negras
han sido esclavizadas y las mujeres indígenas explotadas, por eso el feminismo
tiene que hermanarse con la lucha antirracista. Entre todas las mujeres, las
campesinas, las empobrecidas, las que no han tenido acceso a los mismos
recursos y han dedicado su vida a servir a otrxs se han quedado limpiando casas
ajenas mientras las mujeres dueñas de dichas casas luchaban por el acceso al
voto, por tener un lugar dentro espacio público, por eso el feminismo debe hermanarse
con la lucha de clase. Entre todas las mujeres, las mujeres trans han
recibido, en mi opinión, la peor parte, porque no solo tienen que luchar contra
todo lo antes mencionado por ocupar el lugar de lo femenino dentro del
binarismo de género, también tienen que enfrentarse al hecho de no pertenecer
al sitio asignado al nacer cuando el médico vio sus genitales y sentenció lo
que se suponía que debían ser, y es por eso el feminismo también debe
hermanarse con la lucha trans.
¿De qué sirve un feminismo que continúe dividiéndonos
entre nosotras?, ¿de qué sirve un feminismo que se enfoque únicamente en abolir
el género dejando de lado las demás opresiones? ¿dónde quedan las mujeres
negras, las indígenas, las mujeres gitanas, las empobrecidas, las que no pueden
ir a las marchas, a los congresos de género o a la universidad porque se quedan
en casa limpiando y cuidando a sus hijxs producto de violaciones y a lxs hijxs
de otras quizá más favorecidas que tienen el capital económico para pagarle a
mujeres pobres para que los cuiden? ¿dónde quedan las que no recibieron en sus cumpleaños y en navidad muñecas
Barbie y muñecas Bratz de cuerpos perfectos vestidos a la moda?, ¿dónde quedan
aquellas cuya prioridad es tener algo que comer?
Las que nunca han tenido voz, las que no saben de
feminismo, las que viven toda su vida y mueren creyendo que así es como debe ser…
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Sobre la autora: Luciana Santillán Sosa es
Economista por la Universidad Central del Ecuador. Tiene una Maestría en
Ciencias Sociales con mención en Género y Desarrollo en FLACSO-Ecuador.
Actualmente es estudiante del Doctorado en Ciencias Políticas y Sociales en la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es activista transfeminista,
militante del colectivo “La Marcha de las Putas Ecuador”. Además, ha colaborado
en el medio de comunicación Revista Crisis.
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