En las últimas semanas en Colombia, las elecciones al legislativo y el ejecutivo han sido un intenso escenario -como no recuerdo haber presenciado antes- donde se han discutido abiertamente temas que parecían estar vetados de los discursos electorales. Hemos visto como un candidato a la Cámara de Representantes obtuvo un aval por las comunidades afros, aunque antes se había autodeterminado como indígena. Luego el mismo candidato dijo en una entrevista en radio, que todo aquel que se quisiera autodeterminar como afrodescendiente, bien lo podía hacer, un comentario muy a la ligera sin ningún tipo de reflexión o sensibilidad de lo que ello implica. Lo peor vino cuando en el reconteo de los votos perdió la curul obtenida y en su lugar la ganó la hija de un condenado por parapolítica. No se sabe si el remedio fue peor que la enfermedad. En Cartagena de Indias, una ciudad donde la población autorreconocida como afro -aún descontando el error del censo de 2018- puede llegar a un tercio, no contratan a un joven en un hotel local, debido a que debe cortarse su cabello pues este, no es “presentable” a juicio de la persona que lo entrevistaba. Por si fuera poco, Francia Márquez, la candidata vicepresidencial por el Pacto Histórico, partido que lidera las encuestas en intención de voto por la presidencia, la tildan de “igualada” “aparecida”, entre otros adjetivos que prefiero no repetir.
¿Qué hay en común y en qué guardan relación todos
estos hechos? El escenario electoral ha develado lo que muchos y
muchas sabemos hace tiempo: Colombia es un país racista. El interesante debate
alrededor de este tema, que lleva mucho tiempo presente en las agendas
de los colectivos y las comunidades afrodescendientes, en los trabajos de
investigación de académicos y académicas interesadas en la cuestión, pero que
por razones de desinterés, apatía o simple desprecio no aparecen en la agenda
pública-política del país ni se entiende que la discriminación étnico-racial
es un problema estructural a la sociedad colombiana. Como bien decimos
desde el feminismo, lo que no se nombra no existe; relegado el
tema sobre el racismo es muy fácil decir que en Colombia, somos una sociedad
incluyente, acogedora de su inmensa diversidad, que estas cosas [el racismo] ya
no suceden o son exageraciones de un grupo; sin embargo, estas expresiones y
los hechos sucedidos en un marzo que deviene largo, han develado los prejuicios
racistas de muchos y muchas, desde ciudadanos de a pie, hasta la élite gobernante.
En un país donde la población negra representa al 9,34% de la población total
nacional (de acuerdo a los datos del censo
realizado en el año 2018, considerado problemático por los errores en la
metodología aplicada) son las comunidades menos representadas en las esferas sociopolíticas,
socioeconómicas y socioculturales del país. Existe una realidad social pero
cuya existencia muchas veces parece oculta al conocimiento más usual, por un
lado, la experiencia del racismo y la discriminación cotidiana, en algunas
ocasiones explícitos otras veces encubiertos en eufemismos que deslegitiman a
quienes los denuncian y lo soportan a diario; por otro, la experiencia de la
violencia, individual y colectivamente vivida, que imposibilita construir
relaciones sociales, económicas, políticas e incluso afectivas mucho más justas
para la mayoría de colombianas y colombianos (Hoffman, 2007). ¿Qué lugar ocupan
las poblaciones negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras?
Los hombres y mujeres afrodescendientes
experimentan niveles desproporcionados de pobreza y exclusión social y
continúan enfrentando una severa discriminación. A propósito algunos datos que muestran la situación en la
que vive la población afro y negra del país, pues de lo que intento hablar aquí
no son “quejas” sino una realidad social que amerita ser examinada. En el informe
del 2018 del Banco Mundial,
Afrodescendientes en Latinoamérica: Hacia un marco de inclusión, este
organismo señalaba que nacer de padres afrodescendientes aumenta de manera
notable la probabilidad de un niño o niña de ser pobre. En Colombia, según
datos de esta entidad, el porcentaje de la población urbana afrodescendientes
que vive en barrios pobres es de 41 puntos porcentuales mientras que para una
persona no afro es de 27 puntos porcentuales. El censo de 2018 realizado por el
DANE[1]
corrobora estos datos, la pobreza multidimensional del grupo conformado por la
población negra, afro, raizal y palenquera nacional se ubicó en 30,6%, 11.0
puntos porcentuales por encima de la pobreza nacional para este dominio. De
acuerdo a datos de la ACNUR y he aquí
aún más cifras reveladoras, los afrodescendientes son el 12.3% del total de la
población internamente desplazada en Colombia, de estos el 98.3% en situación
de desplazamiento, viven bajo la línea de pobreza.
En efecto, la pobreza tiene un componente
racializado, pero en otros ámbitos, la población negra también tiene
desventaja. Los indicadores donde presentan mayores niveles de privación en
todos los dominios son: trabajo informal, bajo logro educativo, rezago escolar
e inadecuada eliminación de excretas, al analizar las condiciones materiales y
simbólicas en las que estos grupos viven, lo que comprueban estas cifras
muestran es una situación de desigualdad estructural frente a la población
blanco-mestiza. Los datos presentados anteriormente lo indican de una manera clara
y contundente.
Si bien la constitución
de 1991 es garantista en materia de igualdad política, étnica y racial, “la
exclusión, el desprecio y el racismo fueron herencia del colonialismo europeo y
de otros tiempos de la humanidad” (Sorock, p. 63). La idea de raza ha
funcionado como una construcción social y es un eje fundamental del patrón del
poder capitalista moderno/colonial. Esta tesis de Aníbal Quijano sirve para explicar porqué algunos individuos son
considerados superiores y otros inferiores. Asímismo, el racismo sostiene una estructura social, política y económica que
mantiene a unas poblaciones rezagadas, un sistema dentro del cual, estos
comportamientos, heredados a lo largo de siglos de colonialismo, barbarie y
exclusión, legitima comentarios racistas como los que le profesan a una
potencial vicepresidenta, la poca contratación de hombres y mujeres negras en
cargos gerenciales, escasa
representación a nivel nacional en cargos de elección popular, la mayor
representación se ha dado sobre todo en las regiones, donde siempre ha habido
participación de población afrocolombiana e incluso dificultades para acceder a
la contratación en un hotel local. Me pregunto en este punto ¿no merecen los
pueblos afrodescendientes colombianos en este punto de la historia y
considerando sus aportes una digna representación y aún más, vidas realmente
dignas?
Detengámosno ahora en un
caso que pareciera no tener mayor importancia sino es por aquellas cosas que
revela: el caso del joven en Cartagena, quien no fue
contratado en un hotel de la ciudad. Las estéticas negras y populares son
apropiadas para explotar el atractivo de la diferencia, pero en el momento de
incluir a afrocolombianas
el acceso es condicionado por excusas del tipo “códigos de vestuario” y “buena
presentación”. En el imaginario
consciente o inconsciente de muchos, un
código de vestuario acordes y apropiado se corresponde a una estética blanca y
para ello, el comportamiento, el cabello, la manera de hablar debe ser ajustada
a los requerimientos de una idea hegemónica que se tiene sobre el deber ser del
mundo. El reconocimiento de las diferencias solo son validadas cuando se trata
de vender la diversidad en los paquetes turísticos ofertados por las empresas,
los cuales mas bien contribuyen a la erotización de lo negro y refuerza
estereotipos relacionados al color de la piel. En una sociedad marcada tan
profundamente por el racismo, donde lo negro está relacionado con lo feo, lo
salvaje o de poco valor, es posible entender porque está población no sienta el
deseo de autoidentificarse como negra o afrodescendiente, en una sociedad donde
se promueve la blanquitud en todas sus formas.
Es necesaria una
reflexión profunda y seria sobre las huellas del racismo en nuestro país y
buscar formas para poder avanzar a un tipo de sociedad donde cierto grupo de
ciudadanos y ciudadanas puedan
vivir una vida digna. La dignidad debe entenderse aquí en sus distintos
sentidos. La dignidad entendida como autonomía y posibilidad de diseñar un plan
vital para vivir como se quiera; la dignidad como ciertas condiciones
materiales para poder vivir bien; la dignidad como poder vivir sin
humillaciones. La realidad reclama una comprensión total decía Frantz
Fanon, en su libro Pieles negras, almas
blancas, es decir, en tanto que
requerimos comprender la subalternidad de los hombres y mujeres negras, debemos
tanto en el plano objetivo como subjetivo, encontrar soluciones.
Una última reflexión: en un posible escenario donde una mujer negra ocupe un cargo de elección popular importante ¿será posible que la sociedad colombiana se admita racista en tiempos venideros y se que haya lugar a una verdadera transformación social? O por el contrario, ¿de manera solapada se ocultará el racismo bajo formas sutiles de discriminación en tonos condescendientes? Los nadie decía Eduardo Galeano, en aquel bello poema, “sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte”, pero esa buena suerte parece que aún no les ha llegado. La política no puede pensarse sin los y las históricamente excluidos: las mujeres, indígenas, negros y campesinos.
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Sobre la
autora: Lizett Lopez: filósofa, politóloga y feminista del caribe,
estudiante del doctorado en ciencias políticas y sociales de la UNAM.
Bibliografía
Acnur (2012) Situación
Colombia Afrodescendientes, recuperado de:
Banco Mundial. 2018. Afrodescendientes
en Latinoamérica: Hacia un marco de inclusión. Washington, DC: Banco
Mundial. Licencia: Creative Commons Attribution CC BY 3.0 IGO.
HOFFMANN, Odile. Comunidades
negras en el Pacífico colombiano: Innovaciones e dinámicas étnicas. Nueva
edición [en línea]. Lima: Institut français d’études andines, 2007 (generado el
12 noviembre 2015). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/5691>. ISBN: 9782821844407.
Sorock, Margarita (2017) Jorge y Gabo: ampliando el panorama. En:
crisis, diálogos y desafíos en el gran caribe memorias del XII seminario
internacional de estudios del Caribe. Múnera, Alfonso; Vanegas, Muriel
(Compiladores). Universidad de Cartagena. Instituto Internacional de Estudios
del Caribe Grupo de Investigación: Sociedad, Cultura y Política en el Caribe
colombiano. ISBN: 978-958-8736-98-3.
"¿de manera solapada se ocultará el racismo bajo formas sutiles de discriminación en tonos condescendientes?"
ResponderEliminarDe manera solapada y conveniente. El Pacífico es un penoso claro ejemplo de ello: Un importante puerto ubicado en tan hermosa región pero militarizada para que no haya protestas sociales, pagos indignos de aquellos que son de la región y trabajan ahi pero exhorbitados a aquellos que pisan el puerto una vez o dos cada mes, pobreza absoluta y lideres sociales que velan por los derechos de las comunidades siendo amenazados y en programas radiales en vivo y en directo llamandolos inconscientes e irresponsables por la demora de las mercancías a la capital del país porque se han atrevido a protestar por mejores condiciones. Etc etc.
Le es conveniente para muchos que a las comunidades que mencionas, no les sean reconocidos sus derechos.
Pais racista, asolapada y malditamente utilitaritaria.