Daniela Pérez: "Las mujeres en la academia y su participación pública como expertas" -Ni fu, Ni fa, N°3-
En el marco de la pandemia por
la Covid-19, la participación de la mujer académica como experta se ha visto reducida.
Si bien ésta no es una problemática nueva, pues la desigualdad de participación
ha estado presente en la sociedad debido al patriarcado a lo largo de los años,
el contexto actual ha aumentado la brecha y ha develado de manera más notoria
la discriminación a las mujeres académicas dentro del campo científico.
Tal como lo explica Ana de Miguel Álvarez en su investigación “La construcción de un marco feminista de interpretación: la violencia de
género”, el sistema patriarcal presenta diferentes
formas de opresión y legitimación propias. Esto no ocurre solamente en la
esfera pública; al contrario, existe también en las prácticas de lo privado. El
patriarcado, a través de sus estrategias de dominación, intenta reducir
la participación de las mujeres al espacio doméstico exclusivamente. Esto se da
en contraposición a los hombres, a quienes se los considera “exitosos”
debido a que pueden trabajar y profesionalizarse en la esfera pública. Ahora
bien ¿qué significa la esfera pública?
Desde la perspectiva de Roger Chartier en su texto “Privado/público: Reflexiones
historiográficas sobre una dicotomía”, la esfera
pública está mediada por los medios de comunicación (los cuales emiten una
opinión pública desde el poder), la sociedad civil (quiénes disputan la verdad
dentro de la esfera pública), los movimientos sociales, entre otros. Los
lugares donde se disputa la esfera pública son amplios: la academia, el espacio
público, las cafeterías, los bares, los medios de comunicación alternativos,
etcétera. Así, la esfera pública está atravesada por distintas estructuras de
dominación como son el sexo-género, la raza-etnia y la clase. Estas estructuras
de dominación generan exclusión en el uso de estos espacios culturales y
académicos donde se disputan, además, los temas de relevancia a posicionar
dentro de la opinión pública.
La esfera pública está conformada por lugares donde la sociedad
civil conversa sobre temáticas relevantes y políticas. Sin embargo, autoras y autores como Bourdieu señalan que la
esfera pública es una creación de la misma burguesía. La razón radica en que
estas cafeterías, bares y parques eran habitados, a finales del XIX e inicios
del XX, por las personas de clase alta, quienes tenían un gran capital cultural
y podían dedicarles tiempo a discusiones políticas. Las personas de clase baja
no podían habitar estos espacios públicos debido a que no tenían dinero para
cubrir el ingreso y a que no tenían el capital cultural para conversar sobre
estas temáticas. Además, su participación en estos espacios se veía limitada
por la restricción estatal que no permitía a las personas de clase baja
ingresar a ciertos lugares. Sin embargo, luego de la Segunda Guerra Mundial, la
esfera pública ha sido apropiada por movimientos sociales de trabajadores,
feministas, y personas de la población LGBTI. Asimismo, la globalización y los
estados de bienestar posibilitaron mayor acceso a la información y el
conocimiento. Como consecuencia, la esfera pública se ha ampliado. Por tanto,
los lugares donde se discuten temáticas políticas y de relevancia social han
sido democratizados por los propios actores que antes fueron relegados. La
esfera pública, a su vez, abre la posibilidad para que más personas puedan
participar en espacios académicos o en el campo científico.
Otros análisis de Bourdieu explican que el campo científico
está dado por diferentes ámbitos de la producción cultural, como: “la
academia”, el “campo literario” y el “campo artístico”. En efecto, el
campo científico se crea a través de la formación de intelectuales en saberes
establecidos. No obstante, ganarse un lugar dentro de este campo implica una
fuerte disputa dentro del campo intelectual. De esa manera, el campo científico
tiene sus propios códigos legítimos de reconocimiento, tales como cátedras en
universidades, artículos indexados, libros publicados, entre otros El campo
intelectual es a la vez un espacio de lucha por la definición de la cultura
legítima, lucha que enfrenta a quienes se hallan situados en diferentes rangos
–dominantes y aspirantes “establecidos” y “recién llegados” – pues no todas las
personas cuentan con el mismo poder para definir cuál es la cultura legítima. A
las mujeres académicas se les dificulta más esta lucha por establecerse dentro
del campo científico debido a sesgos de género dentro de la academia, acoso dentro de
las instituciones, y brechas
salariales.
Estudios sobre equidad de género en
la docencia y la investigación han encontrado que esta
brecha salarial se exacerba en puestos de trabajo que exigen mayor toma de
decisiones y posiciones de liderazgo, los cuales requieren mayores esfuerzos
por parte de las mujeres debido a que las responsabilidades domésticas siguen
recayendo principalmente sobre ellas. Es decir, las mujeres en estos cargos
deben realizar el doble de esfuerzo de mantenerse en estos puestos mientras que
siguen realizando los trabajos no remunerados y de cuidado dentro del hogar.
Por su lado, Carolina Peña – economista feminista con
especialización en género, violencia y derechos humanos, y coordinadora de
proyectos y estudios de género en Fundación Investoria – comenta que “la
credibilidad sigue del lado de los hombres y la invisibilidad está del lado de
las mujeres”, pues los medios de comunicación tradicionales tienden a dar más
espacio a los hombres para la divulgación de conocimiento científico.
Por su parte, Rebeca
Sánchez Montenegro –socióloga maestrante en estudios de la cultura con
mención en género y becaria en la Universidad Andina Simón Bolívar –
cuenta que, en su espacio de estudio de género no se ha encontrado con
deslegitimación por ser mujer. Sin embargo, cuando ha trabajado con diversos
especialistas que no se enfocan en género ha sentido que su trabajo como
maestra es menos valorado que el de los hombres. Por eso, considera
que para abrir más espacio para las mujeres dentro de la academia es importante
incluir una perspectiva de género en todas las disciplinas.
De igual manera, la
escritora Soledad Puértolas, una de las cinco mujeres que ocupan una de las 46
plazas en la Real Academia Española (RAE), considera que se debe seguir
luchando por abrir más espacios para la participación de las mujeres en las
distintas áreas de conocimiento. Finalmente, señala la necesidad de cambiar los comportamientos y las ideas
sexistas que limitan la participación estable de las
mujeres en las distintas esferas de la sociedad.
Artículo original en Wambra Medio Digital.
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Sobre la autora: Daniela Pérez estudió Administración Pública en la Universidad Central del Ecuador. Actualmente es estudiante de Economía en la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE). Es militante de la Colectiva las Matildes, escritora y ha colaborado en el medio de comunicación alternativo ContraKultura Revista, Revista Crisis y Wambra Medio. Es becaria en FES-ILDIS Ecuador y participa, desde su rol como economista, en Rakhitings Economics.
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