Cuando decimos que las mujeres sostenemos la vida, no
solo nos referimos al sentido romantizado de súper heroínas cargando en
nuestros hombros el peso del mundo. No, para nada. Sostenemos los cuidados, sí,
pero no solo esos cuidados percibidos como actividades de reproducción
doméstica, también cuidamos emocionalmente. Cuando todo se desmorona, cuando
todo pierde sentido, cuando la vida duele.
Leía el otro día que las mujeres cuidamos los
corazones rotos, cuidamos los momentos de dolor, contenemos en lo difícil que
puede llegar a ser la vida. Históricamente el amor de las mujeres ha funcionado
para el patriarcado como servicio emocional de los hombres. Pero ¿qué pasa
cuando nuestro amor construye, cura, sana, repara a otras?
Recordemos el abrazo de mamá que reconforta, las amigas
que te abrazan, las compañeras de lucha que hacen sentir que juntas lo
quemaremos todo. Ese amor entre nosotras, entre las que siempre han tenido que
reprimir emociones para servir, entre las que siempre han tenido que quedarse
calladas por mandato de género. Pensemos en lo revolucionario que puede llegar
a ser el amor entre nosotras, el amor entre oprimidxs. No el amor al patrón, no
el amor al patriarca. El amor para nosotrxs, como primera trinchera de cuidado
colectivo.
En América Latina, estamos conscientes de lo duro que
es sostener la vida precarizada, marginada, racializada. Las mujeres en Latam
sostenemos una vida en sobrevivencia, sobreviviendo al despojo, a la violencia,
al empobrecimiento. Cuando no tienes para la comida del día, esa vecina de al
lado te presta unos dólares que salvan el día y el hambre. Cuando tu hijx se
enferma y la amiga te recomienda unx doctorx que no hace de la medicina negocio.
Cuando el patrón te hace trabajar más y la amiga se queda con el wawa. Cuando
no te alcanzó para pagar la renta y el dueño de casa te quiere sacar, la mamá,
la hermana, la amiga que te da posada. Esas redes de acompañamiento y cuidado
colectivo, que alivianan la vida cuando el sistema te aplasta.
Se ha centrado tanto el amor en esas relaciones
afectivas heteronormativizadas que hemos olvidado que el amor de las otras nos
sostiene, nos cura. No pretendo romantizar ni a las mujeres ni al amor porque reproduciría
el mismo estilo del sistema sexo-género, pero si pretendo decir lo que
significa que las compañeras nos rescaten, nos limpien las lágrimas del rostro
y con un “vamos, que no estás sola y la vida no se acaba” ahí vamos.
Cuando de todo nos pasa, cuando acabamos en un trabajo
explotado, cuando no tenemos trabajo, cuando nos quedamos embarazadas y no
queremos estarlo. Cuando acompañamos en decisiones, cuando acompañamos en malos
amores, cuando discutimos de lo que nadie quiere hablar. En el gesto más mínimo
de escuchar, en el gesto más sencillo de llevarle un helado para subir el
ánimo. Recordemos los remedios de la abuela, las aguas medicinales, las
enseñanzas, los consejos que vienen del amor una a la otra. No es cosa aislada,
no es romántico, no es servicial.
El amor de las mujeres, el amor entre oprimidxs nos ha
permitido resistir siempre.
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Sobre la autora: Martina Pérez. 20 años.
Militante feminista anticapitalista. Escritora insurgente, estudiante de
Ciencias Políticas en la Universidad Central del Ecuador y asistente de
investigación del proyecto Observatorio de Financiamiento al Desarrollo
UCE. Se organiza en la colectiva Cantata Feminista y la articulación
Trenzando Feminismos.
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